martes, 23 de febrero de 2010

LA MUERTE Y LOS MUNDOS INVISIBLES - en vímeo y en you tube -


Capítulo VI


Cuando llega la muerte, se produce una desconexión del cuerpo vital y los vehículos superiores entran en los mundos invisibles. El átomo-simiente queda con el Ego cuando éste pasa por los mundos celestes, para servir como núcleo al cuerpo vital en su próxima reencarnación.
La vida sobre la Tierra se prolonga hasta que se cumpla la serie de acontecimientos pronosticados en la rueda de la vida, el horóscopo; y cuando el Espíritu alcanza nuevamente la región de Samael, el Ángel de la Muerte, la misteriosa octava casa, entonces se rompe el cordón plateado, y el Espíritu vuelve a Dios, su Creador, hasta que comience una nueva vida, u otro día en la Escuela Terrestre. El Espíritu entonces nace otra vez en este mundo, para que pueda progresar en las artes y en la edificación de su templo interno.

Merced a la muerte, ha sido posible para los Ángeles enseñar a la humanidad, en el intervalo entre la muerte y un nuevo nacimiento, como construir un cuerpo que va perfeccionándose gradualmente.
Si hubiera aprendido el hombre en ese lejanísimo pasado a renovar su cuerpo vital, como aprendió a generar un cuerpo denso a voluntad para satisfacer su deseo, entonces la muerte sería una imposibilidad y el hombre se hubiera convertido en un ser inmortal al par de los dioses. Pero también hubiera inmortalizado sus imperfecciones, haciendo el progreso imposible. Es a la renovación del cuerpo vital que se refiere la Biblia en la expresión “comer del Árbol de Vida”. En la época en que sus ojos fueron abiertos respecto a la generación, el ser humano era un ser espiritual, cuyos ojos todavía no habían sido cegados por el mundo material, y de haber descubierto el secreto de como se vitaliza el cuerpo a voluntad, hubiese frustrado así a la evolución. Vemos pues que la muerte, cuando ella viene naturalmente, no es una maldición, sino nuestro mejor y más fiel amigo, pues nos libera de un instrumento que se ha hecho inútil para nuestro progreso. La muerte nos sustrae también de un ambiente que ya no nos conviene, por haber crecido espiritualmente, llevándonos a otro mejor y más libre, donde podemos progresar hacia la perfección y aprender a construir un cuerpo más perfecto.

Durante la vida, con la paralización del cuerpo vital a la noche termina nuestra percepción del mundo que nos rodea y nos obliga a perdernos en la inconsciencia del sueño. Cuando el cuerpo vital se paraliza al producirse la muerte, y el panorama de la vida se termina, nos volvemos inconscientes por algún tiempo, que puede ser más o menos largo, según los individuos. La oscuridad parece envolver al Espíritu. Luego se despierta y vagamente empieza a percibir la luz del otro mundo y se acostumbra gradualmente a las nuevas condiciones que le rodean. Es una experiencia similar a lo que experimentamos cuando salimos de un cuarto oscuro a la luz del sol, que nos ciega por su resplandor, hasta que las pupilas de nuestros ojos no se hayan contraído lo bastante como para admitir solamente tanta luz cuanto puede soportar nuestro organismo.
Cuando el hombre fallece, se lleva consigo la mente, el cuerpo de deseos y el cuerpo vital, siendo éste último el que contiene los cuadros de su pasada vida, y durante los tres días y medio que siguen a la muerte estos cuadros se graban en el cuerpo de deseos, para constituir así la base de la vida purgatorial del ser humano y también la del Primer Cielo, donde se expurga el mal y se asimila el bien. La experiencia de la vida misma se olvida, de la misma manera que hemos olvidado el proceso de aprender a escribir, aunque conservamos la facultad o poder de hacerlo. Así ocurre con el extracto acumulado de todas las experiencias, tanto de las pasadas vidas terrestres, como de las pasadas existencias en el Purgatorio y los varios cielos, que son retenidas por el ser humano y constituye algo así como su capital en la próxima vida. Los sufrimientos que ha tenido que soportar le hablan como la voz de la conciencia, y el bien que haya hecho le imparte un carácter más noble y
altruista.

Poco importa por cuanto tiempo podemos retener al Espíritu, e impedir que pase al más allá, por fin siempre llega el momento cuando ya no ayuda ningún estimulante y el moribundo da el último suspiro. Entonces el cordón plateado, de que habla la Biblia, y que mantiene unidos los vehículos superiores e inferiores, se rompe en el corazón, causando la paralización de este órgano. Esta ruptura suelta al cuerpo vital, el cual con el cuerpo de deseos y la mente, flota sobre el cuerpo físico de uno a tres días y medio, mientras que el Espíritu está examinando su vida pasada, lo que es muy importante para sus experiencias en la vida post mortem. De esto depende toda su existencia, de la muerte hasta la próxima reencarnación.
Todos los pueblos antiguos, tanto los Orientales como los Occidentales, sabían mucho más que nosotros sobre el nacimiento y la muerte, conocimiento que se perdió en los tiempos modernos, debido a que la visión espiritualmente era más prevalente entonces. Hasta nuestros días, por ejemplo, muchos campesinos de Noruega, aseguran poder ver el Espíritu saliendo del cuerpo al morir una persona, en forma de una nube blanca alargada, lo que es, por supuesto, el cuerpo vital.
La enseñanza Rosacruz, respecto a que los difuntos quedan flotando sobre su morada terrestre por algún tiempo después de su fallecimiento, y que asumen un cuerpo luminoso y se afligen mucho por el dolor de sus seres queridos, era de conocimiento general entre los antiguos escandinavos. Cuando el fallecido Rey Helge de Dinamarca se materializó para aliviar el dolor de su viuda, y ella exclamó acongojada:

“The dew of death
has bathed his warrior body”
él contestó:
“Tis thou, Sigruna
Art cause alone,
That Helge is bathed
With dew of sorrow,
Thou wilt not cease thy grief,
Nor dry the bitter tears.
Each bloody tear
Falls on my breast,
Icy cold. They will not let me rest.”

“El rocío de la muerte ha bañado su cuerpo de guerrero”, él contestó: “Oh tú, Sigruna eres la única causa de que Helge esté empapado con el rocío de la muerte. Tú no quieres cesar en tu dolor, ni secar tus amargas lágrimas que sangreantes caen sobre mi halado pecho. Son ellas las que no me dejan descansar”

Cuando la autora de “El Servicio de los Ángeles” tenía alrededor de dieciocho años, una de sus amigas que se llamaba Maggie, se sintió mal repentinamente y murió en sus brazos. La autora nos cuenta “ Al dejar de latir su corazón yo vi distintamente ascender de su cuerpo algo parecido al humo o al vapor, igual como sale de la olla cuando hierve el agua. Esta emanación subió un poco y se convirtió en una figura muy parecida a la de mi amiga. Primeramente nublada y poco visible, gradualmente se ponía más visible con contornos bien definidos, estaba vestida de blanco en algo vaporoso, flotante y debajo se veían bien las líneas del cuerpo. Era mi amiga, pero con la cara iluminada, sin rastros del espasmo doloroso que causó su muerte”
Este relato coincide con lo que decimos nosotros: al morir, cuando el cordón plateado se rompe en el corazón, el cuerpo vital sale por las suturas del cráneo y flota sobre el cuerpo.
Cuando el Espíritu está pasando al otro mundo, se lleva el cuerpo de deseos, la mente y el cuerpo vital, siendo éste último el que contiene las imágenes de la vida pasada. Estas se graban entonces en el cuerpo de deseos durante los tres días y medio que siguen a la muerte. Luego el cuerpo de deseos se convierte en árbitro del destino del hombre en el Purgatorio y en el Primer Cielo. Los sufrimientos que ha tenido que soportar por la expurgación del mal y la alegría que experimentó contemplando el bien que ha hecho, se llevan como conciencia en la nueva encarnación, para que el individuo se abstenga de volver a cometer los errores de las vidas pasadas, incitándolo a hacer en mayor escala todo lo que era causa de alegría en dichas vidas.
En el momento de la muerte cuando el átomo-simiente que se encuentra en el corazón y que contiene todas las experiencias de la vida pasada en forma panorámica, se rompe, el Espíritu abandona el cuerpo físico, llevándose consigo todos los cuerpos sutiles. Entonces queda flotando sobre el cuerpo denso muerto, desde unas cuantas horas hasta tres días y medio. El factor que determina este período es el vigor del cuerpo vital, el vehículo que constituye el cuerpo del alma de que se habla en la Biblia. Entonces se presenta una reproducción pictórica de la vida, un panorama en orden invertido, de la muerte al nacimiento, y esas imágenes se graban en el cuerpo vital.

Durante este tiempo la conciencia del Espíritu está concentrada en el cuerpo vital o, por lo menos debe estarlo y, por lo tanto, no experimenta sentimiento alguno. Las imágenes que se imprimen en el vehículo de los sentimientos y de las emociones, el cuerpo de deseos, son la base del sufrimiento subsiguiente en la vida del Purgatorio ocasionada por malas obras y del goce que se siente en el Primer Cielo, como resultado de las obras buenas llevadas a cabo en la vida que ha expirado.

Estos son los hechos que el autor pudo observar personalmente acerca de la muerte en la época que se le impartieron las primeras enseñanzas. Entonces, con la ayuda del Maestro tuvo acceso a las reproducciones panorámicas de personas que estaban pasando el umbral de la muerte. Pero las investigaciones realizadas en los últimos años han revelado el hecho adicional de que existe otro proceso que se produce en esos días importantes que siguen a la muerte.
En el cuerpo vital se produce una separación similar a la que causa la “iniciación”, de tal manera que la parte de ese vehículo, que puede llamarse “alma” se une con los vehículos superiores y constituye así la base de la conciencia en los mundos invisibles, después de la muerte. La parte inferior, que queda descartada, vuelve al cuerpo físico y queda flotando sobre la tumba del mismo en la gran mayoría de los casos, en la forma indicada en el Concepto Rosacruz del Cosmos. Esta división del cuerpo vital no es la misma en todas las personas, sino que depende de la naturaleza de la vida que se ha llevado y del carácter de la persona que ha muerto. En casos extremos esta división varía muchísimo de lo normal. Este punto, muy importante, se pudo poner en claro en muchos casos de supuestas obsesiones que fueron investigadas en nuestra sede. En realidad, esos casos fueron los
que permitieron los descubrimientos tan notables y trascendentales, producidos por nuestras más recientes investigaciones acerca de la naturaleza de la obsesión que sufrían las personas que nos consultaban. Como podía esperarse, por supuesto, la división en estos casos demostraba una preponderancia del mal, y entonces hicimos muchos esfuerzos para descubrir si no existía otra clase de personas en las que se produjera una división diferente, con preponderancia del Bien. Con gran placer pudimos observar que así era el caso, y después de considerar todos los hechos descubiertos, comparándolos unos con otros, creemos que podemos dar la siguiente descripción y sus razones:

El cuerpo vital tiende a construir y formar el físico, mientras que nuestros deseos y emociones lo destruyen. Esta lucha entre el cuerpo vital y el cuerpo de deseos, es lo que produce la conciencia en el Mundo Físico, y la que endurece los tejidos, de manera que el suave cuerpo del niño se va endureciendo gradualmente y arrugándose en la vejez. A la que sigue la muerte. La moralidad o inmoralidad de nuestros deseos y emociones, actúa de manera similar sobre el cuerpo vital. Cuando los impulsos que nos guían están constituidos por la devoción a elevados ideales; cuando la naturaleza devocional ha tenido plena libertad de expresarse años y años con la mayor frecuencia posible, y especialmente cuando todo esto se ha realizado mediante la práctica de los ejercicios que se dan a los probacionistas de la Fraternidad Rosacruz, van disminuyéndose gradualmente los éteres químico y vital, desvaneciéndose los apetitos animales y aumentando la calidad de los éteres luminoso y reflector que ocupan el lugar de aquellos. Como resultado de esto la salud de esas personas no es tan robusta como la de los demás que viven una vida inferior, que a su vez atrae a los éteres químico y vital en proporción a la extensión de sus vicios, con exclusión parcial o total de los éteres superiores.

De este hecho se derivan algunas consecuencias sumamente importantes en relación con la muerte. Como el éter químico es el que cementa las moléculas del cuerpo en sus lugares respectivos y las mantiene allí durante la vida, cuando sólo existe un mínimo de este material, la desintegración del cuerpo físico después de la muerte tiene que ser rápida.

Al ocurrir la muerte, se produce una separación; el átomo-simiente se extrae del ápice del corazón por el nervio pneumogástrico saturnino, a través de los ventrículos y por el cráneo (Gólgota); y entonces todos los átomos del cuerpo vital se liberan de la cruz del cuerpo denso con el mismo movimiento en espiral que desatornilla cada átomo prismático etérico de su envoltura física. 

Este proceso puede ser más o menos violento según la causa de la muerte. Una persona anciana cuya vitalidad iba disminuyendo poco a poco, puede quedarse dormida y despertarse del otro lado del velo, sin tener conciencia de cómo ocurrió el cambio; una persona devota y religiosa que se preparó para el más allá con oraciones y meditaciones, puede también salir de este mundo fácilmente; las personas que se congelan, según la opinión del autor, tienen la más fácil muerte entre los accidentados, siendo el ahogado la próxima.

Pero cuando el individuo es joven y sano, especialmente si no tiene convicciones religiosas y es de tendencia materialista, entonces los átomos prismáticos etéricos están tan firmemente entrelazados con los físicos, que se necesita un tirón fuerte para desconectar el cuerpo vital. Cuando la separación del cuerpo físico de los vehículos superiores ya ha sido efectuada, y el cuerpo está muerto, como decimos, entonces se separan los éteres luminoso y reflector del átomo prismático y es esta substancia, como se explica en el Concepto Rosacruz del Cosmos, la que se moldea en imágenes de la vida pasada y se graba en el cuerpo de deseos, el cual entonces empieza a sentir todos los dolores y alegrías de la vida pasada. La parte del cuerpo vital, formada por los éteres químico y de vida prismáticos, retorna al cuerpo físico, flotando sobre la tumba y desintegrándose con él.

Los vehículos superiores _vital, de deseos y mental_ pueden verse abandonando al cuerpo denso con un movimiento de espiral, llevando consigo el alma de un átomo denso. No el átomo en sí mismo, sino las fuerzas que obraban a través de él. El resultado de las experiencias pasadas en el cuerpo físico durante la vida que acaba de terminar se ha impreso sobre este átomo especial.

Mientras que todos los demás átomos del cuerpo denso se han ido renovando de vez en cuando, este átomo permanente ha subsistido y ha permanecido estable no sólo a través de una sola vida, sino que ha formado parte de todos los cuerpo físicos empleados por un Ego particular. A la muerte, dicho átomo es retirado únicamente para despertar de nuevo en la aurora de otra vida física, sirviendo así como núcleo en torno del cual se construirá el nuevo cuerpo denso para ser empleado por el mismo Ego. Por lo tanto, se le llama el “átomo-simiente”. Durante la vida, el átomo-simiente está situado en el ventrículo izquierdo del corazón, cerca del ápice. Al ocurrir la muerte, dicho átomo-simiente sube al cerebro por medio del nervio pneumogástrico, abandonando el cuerpo denso, junto con los vehículos superiores, por medio de la sutura de los huesos parietal y occipital.

Cuando los vehículos superiores han dejado el cuerpo denso, permanecen todavía conectados con él por medio de una especie de cordón o hilo brillante plateado, muy parecido a dos números 6 unidos, el uno derecho y el otro invertido, conectados ambos por las extremidades de sus horquillas.

Un extremo está unido al corazón por medio del átomo-simiente y la rotura de aquél, produce la paralización del corazón. El cordón no se rompe hasta que el panorama de la pasada vida, contenido en el cuerpo vital, haya sido contemplado.
Debe tenerse mucho cuidado, sin embargo, de no quemar o embalsamar el cuerpo hasta que hayan pasado tres días por lo menos después de la muerte, porque mientras el cuerpo vital está con los vehículos superiores, y éstos permanezcan unidos al cuerpo denso por medio del cordón plateado, cualquier examen post-mortem o herida que se haga al cuerpo denso será sentida, en cierto grado, por el hombre. La cremación debe ser evitada especialmente en los tres primeros días después de la muerte, porque tiende a desintegrar el cuerpo vital, cuerpo que debe permanecer intacto hasta que el panorama de la vida que acaba de terminar se haya impreso en el cuerpo de deseos.

El cordón plateado se rompe en el punto donde los seis se unen, permaneciendo la mitad con el cuerpo denso y la otra mitad con los vehículos superiores. En cuanto se rompe este cordón, el cuerpo denso está completamente muerto.

A principios de 1906 el doctor Mac Dougall, hizo una serie de experimentos en el Hospital General de Massachussets, con el objeto de determinar si algo invisible de ordinario dejaba el cuerpo al morir. Con éste propósito construyó una balanza capaz de registrar hasta un décimo de onza.

Una persona agonizante, metida en su lecho, fue colocada en uno de los platillos de la balanza, la que fue equilibrada colocando pesas en el platillo opuesto. En todos los casos se notó que en el preciso momento en que la persona agonizante exhalaba su último aliento, el platillo que contenía las pesas descendía muy abruptamente, elevándose por consiguiente el lecho con el cuerpo situado en el otro platillo, mostrando así que algo invisible, pero ponderable y pesado, había dejado el cuerpo. En seguida los diarios anunciaron a todo viento que el doctor Mac Dougall había “pesado el alma”.

El ocultismo acoge con júbilo los descubrimientos de la ciencia moderna, porque invariablemente corroboran lo que la ciencia oculta había ya promulgado mucho tiempo antes. Los experimentos del doctor Mac Dougall, mostraban concluyentemente que algo invisible a la vista ordinaria abandonaba el cuerpo al morir, como lo ven los clarividentes desarrollados y como se ha indicado en conferencias y obras literarias muchos años antes del descubrimiento del doctor Mac Dougall.

Pero ese “algo” invisible no es el alma. Hay una gran diferencia. Los reporteros hicieron conclusiones prematuras cuando aseguraron que los científicos habían “pesado el alma”. El alma pertenece a reinos superiores y no puede pesarse en balanzas físicas, aunque éstas pudiesen registrar la millonésima parte de un gramo en vez de un décimo de onza.
Lo que los científicos pesaron fue el cuerpo vital, que está formado por cuatro éteres y pertenece al Mundo Físico.

Como hemos visto, cierta cantidad de este éter está “superpuesta” sobre el éter que envuelve cada partícula del cuerpo humano y permanece confinado allí durante la vida del cuerpo físico, aumentando ligeramente el peso del cuerpo denso de las plantas de los animales y del hombre. A la muerte se escapa; y de ahí la disminución de peso notada por el médico citado, cuando morían las personas con quienes experimentaba.
Este hecho de la vida que sigue a la muerte es parecido al que tiene lugar cuando uno se ahoga o se cae de una altura. En tales casos el cuerpo vital abandona también el cuerpo denso y el hombre ve su vida en un relámpago, porque pierde la conciencia en seguida. Por supuesto, el “cordón plateado” no se rompe, pues de lo contrario no habría resurrección posible.
Cuando la resistencia del cuerpo vital ha llegado a su límite, se paraliza en la forma descrita cuando consideramos el fenómeno del sueño. Durante la vida física, cuando el Ego gobierna sus vehículos, esta paralización hace que terminen las horas de vigilia; pero después de la muerte cuando el cuerpo vital finaliza el panorama retrospectivo, obliga al hombre a entrar en el mundo del deseo. El cordón plateado se corta en el sitio donde los dos “6” se unen, y la misma división se efectúa que durante el sueño, pero con esta diferencia importante, que aunque el cuerpo vital vuelve hacia el cuerpo denso ya no lo interpenetrará más, sino que simplemente flotará sobre él. Permanece flotando sobre la tumba, disgregándose sincrónicamente con el vehículo denso. De ahí que para el clarividente desarrollado, un cementerio sea un espectáculo nauseabundo, y bastaría con que algunas personas pudieran verlo, para que no se necesitara mayor argumentación para inducirnos a cambiar el antihigiénico y malsano método de enterrar a los muertos, por el más racional de la cremación que devuelve los elementos a su condición primordial, sin que ocurra ninguna cosa objetable y los desagradables incidentes del proceso de disgregamiento lento.
Al dejar el cuerpo vital el proceso es muy parecido al que se verifica al dejar el cuerpo denso. Las fuerzas de vida de un átomo se llevan para ser empleadas como núcleo del cuerpo vital en la futura encarnación. En esta forma, al entrar el hombre en el Mundo del Deseo lleva consigo los átomossimientes de los cuerpos vital y denso, además del cuerpo de deseos y la mente.
Cuando el hombre muere, le parece que se hincha en su cuerpo vital; que crece inmensamente hasta adquirir proporciones colosales. Este sentimiento es debido, no a que el cuerpo crezca realmente, sino a que las facultades perceptivas reciben tantas impresiones de varias fuentes, que parece que todas están a mano.

Cuando el hombre fallece y pierde sus cuerpos vital y denso, se encuentra en las mismas
condiciones que cuando está dormido. El cuerpo de deseos, según ya se explicó, no tiene órganos dispuestos para ser empleados, y se transforma de un ovoide, en una figura que se parece al cuerpo denso que ha sido abandonado. Podemos fácilmente comprender que debe haber un intervalo de inconsciencia parecida al sueño y después el hombre despierta en el Mundo del deseo. No sin cierta frecuencia ocurre a muchas personas el permanecer durante largo tiempo inseguros de lo que les está ocurriendo. No comprenden que han muerto. Ven que pueden pensar y moverse, pero a veces, cuesta mucho trabajo conseguir hacerles creer que están realmente muertos. Comprenden que hay algo diferente, pero no entienden qué es lo que pasa.

Cuando llega el momento que finaliza la vida en el Mundo Físico, la utilidad del cuerpo denso ha terminado y el Ego se retira de él por la cabeza, llevándose consigo la mente y el cuerpo de deseos, como lo hace todas las noches durante el sueño. Pero ahora el cuerpo vital ya no tiene utilidad, así que también es retirado y una vez que el cordón plateado que une los vehículos superiores a los inferiores se rompe, no puede ser más reparado.

Recordaremos que el cuerpo vital está compuesto de éter, superimpuesto sobre los cuerpos densos de las plantas, de los animales, y del ser humano, durante la vida. El éter es una substancia física y tiene peso, por lo tanto, la única razón por la que los cientistas no lo han podido pesar es porque no tienen medios para reunir cierta cantidad y ponerlo en una balanza. Pero al producirse la muerte y salir el cuerpo etérico del fisico, siempre se produce una disminución del peso, lo que demuestra que algo, aunque invisible, acaba de abandonar el cuerpo material en ese momento.

El “cordón plateado” que une los vehículos superiores con los inferiores, termina en el átomosimiente del corazón. Cuando la vida material llega a su término en el curso natural, las fuerzas del átomo-simiente se desprenden, pasan a lo largo del nervio pneumogástrico, por el lado posterior de la cabeza y el cordón plateado, junto con los vehículos superiores. Su ruptura en el corazón es lo que señala la muerte física; pero el cordón plateado no siempre se rompe en seguida, sino que algunas veces dura varios días.

En nuestra conferencia Nº 3 (de Cristianismo Rosacruz), ya hemos dicho que el cuerpo vital es el depósito, tanto de la memoria consciente como de la inconsciente. En el cuerpo vital queda grabado indeleblemente todo acto y experiencia de la vida pasada, como si fuera un panorama fotográfico.
Cuando el Ego lo ha retirado del cuerpo denso, toda la vida, tal como ha quedado registrada en la memoria subconsciente, queda abierta ante la visión de la mente. El retiro parcial del cuerpo vital de una persona que se está ahogando, es lo que le hace ver toda su vida pasada; pero entonces es algo así como en un relámpago que precede a la inconsciencia; el cordón plateado permanece intacto, pues de lo contrario no se podría reaccionar. En el caso de un Espíritu que pasa al más allá, el movimiento es más lento; el hombre permanece como espectador, mientras los cuadros se suceden unos a otros retrospectivamente, desde la muerte al nacimiento, de tal manera que primero contempla los acontecimientos inmediatamente anteriores a la muerte, retrocediendo a sus años de
madurez, juventud, niñez, infancia, hasta terminar con el nacimiento. El hombre, en esos momentos, no tiene ninguna sensación con respecto a los mismos, pues el objeto es que se grabe bien el panorama en el cuerpo de deseos, que es la sede de la sensación, y de esa impresión surgirán los sentimientos cuando el Ego penetre en el Mundo del Deseo, aunque debemos hacer notar que la intensidad de esos sentimientos depende de cuanto tiempo se haya empleado en el proceso de su grabación y de la atención que ha prestado el hombre a ello. Si se le ha dejado tranquilo durante un largo período, se producirá una grabación muy nítida en el cuerpo de deseos; sentirá más agudamente en el Purgatorio todo el mal que haya hecho y será más abundantemente fortalecido en sus buenas cualidades en el Cielo, y aunque la experiencia misma se pierda en las vidas futuras, quedarán los sentimientos, como “la pequeña voz insonora”. Cuando esos sentimientos se hayan arraigado fuertemente en el cuerpo de deseos del Ego, esta voz hablará en términos claros y terminantes. Y le impulsará decididamente a desistir de todo lo que le causó dolor en la vida pasada, compeliéndole a someterse a todo lo bueno. Por consiguiente, el panorama pasa retrospectivamente,de manera que el Ego ve primero los efectos y luego las causas que los provocaron.

En cuanto a lo que determina la duración del panorama, debemos recordar que lo establece la paralización del cuerpo vital, que obliga a los vehículos superiores a retirarse; de manera que, después de la muerte, cuando el cuerpo vital sufre el colapso, el Ego tiene que retirarse y el panorama termina. La duración del panorama depende, pues, del tiempo que una persona sea capaz de mantenerse despierta cuando llega el caso. Algunas personas sólo pueden permanecer despiertas varias horas, otras pueden aguantar varios días, dependiendo todo del vigor de su cuerpo vital.
Cuando el Ego ha abandonado el cuerpo vital, este último se siente atraído por el cuerpo denso y permanece flotando sobre la tumba, descomponiéndose simultáneamente con aquél, siendo un espectáculo desagradable para el clarividente que tenga que pasar por un cementerio y contemplar todos esos cuerpos vitales en descomposición, que indican el estado en que se encuentran los respectivos cuerpos enterrados. Si hubiera más clarividentes, la incineración se adoptaría en seguida como medida de precaución para nuestros sentimientos, ya que no por razones sanitarias.

Nuestras últimas investigaciones indican claramente que cuando un hombre espiritualiza sus vehículos, la constitución del cuerpo vital, formado de éter, se cambia radicalmente. En el ser humano ordinario, siempre predominan los dos éteres inferiores _el químico y el de vida_ que llevan a cabo la construcción del cuerpo físico y su propagación, y hay una parte mínima de los éteres superiores, el luminoso y el reflector, que se hacen cargo de las percepciones sensoriales y de las cualidades espirituales superiores. Al morir, el cuerpo del hombre común se coloca en la tumba y el cuerpo vital flota sobre ésta, a más o menos dos pies de altura, desintegrándose gradualmente.
El cuerpo denso se desintegra simultáneamente. Sin embargo, cuando decimos que se pudre y desintegra, en realidad queremos decir que está mucho más lleno de vida, que cuando el hombre moraba en él, pues cada diminuta partícula ahora está a cargo de una vida separada individual.

Comienza a asociarse con sus vecinos, la unidad de una vida individual es sobrepasada por una comunidad de muchas vidas.

De ahí que digamos de los cuerpos que se pudren y desintegran, que están llenos de vida por los gusanos. Mientras más sólido y grosero sea el vehículo denso, más tiempo se requiere para su desintegración, porque el cuerpo vital flotando encima, tiene un poder magnético que domina a las moléculas del cuerpo denso. Los dos éteres superiores vibran a un ritmo mucho más acelerado que los inferiores y cuando un hombres, por medio de pensamientos espirituales, ha acumulado en torno suyo un gran volumen de este éter, que viene a formar su cuerpo vital, entonces las vibraciones del cuerpo denso también se aceleran. En consecuencia cuando el hombre deja su cuerpo al morir, queda muy poco o nada del cuerpo vital inferior para dominar a las moléculas del cuerpo físico. Por lo tanto, la desintegración es muy rápida. Pero esto es difícil de comprobar, porque son muy escasos
los seres humanos suficientemente desarrollados espiritualmente para que se note la diferencia.
Recordaremos que en la Biblia se dice que ciertas personas fueron “trasladadas” y se dice también del cuerpo de Moisés que era tan vibrante que brilló, y que no se encontró luego, etc.

En realidad, fueron casos de desintegración cuando el cuerpo retornaba a sus elementos; lo que sucedió también cuando el cuerpo de Cristo fue sepultado, su desintegración tuvo lugar casi instantáneamente.

Sin embargo, mientras el arquetipo del cuerpo físico perdura, está siempre tratando de atraerse materiales físicos, materiales que luego moldea de acuerdo a la forma del cuerpo vital. Por lo tanto resulta difícil al auxiliar Invisible que deja su cuerpo físico, quedarse en el espacio sin materializarse. En el momento que su voluntad de alejar de sí mismo toda substancia física se aminora un poco, materiales de la atmósfera que lo rodea se adhieren a él como limaduras de hierro a un magneto, entonces él se hace visible y tangible en la medida que lo desee.
Asimismo está en condiciones de desempeñarse en trabajos físicos, cuando y donde sean necesarios, no importa si él se encuentra a miles de kilómetros de distancia de su cuerpo. Por otro lado, lo que realmente trae la muerte es el colapso del arquetipo del cuerpo denso. Así mismo los Espíritus que se han ido de esta vida terrestre pueden solo materializarse con la ayuda de un médium, del cual extraen su cuerpo vital viviente, se envuelve en él y así atraen las substancias físicas que son necesarias para hacerse visibles a los presentes.
Durante la vida y en el estado de vigilia, los vehículos del Ego están unidos concéntricos, pero al morir, el Ego, envuelto por la mente y el cuerpo de deseos, sale del cuerpo denso y como las funciones vitales han terminado también, el cuerpo vital se retira del cuerpo denso, dejándolo inanimado sobre el lecho. Un diminuto átomo se recoge del corazón y el resto del cuerpo se desintegra poco a poco. Pero en estos momentos hay un proceso muy importante que se desarrolla y los que atienden al Espíritu moribundo deben empeñarse que reine la más absoluta tranquilidad en ese cuarto y en toda la casa, pues los cuadros de toda la vida pasada, que habían sido registrados en el cuerpo vital, pasan ahora ante la vista interna del Espíritu, en una lenta procesión, en orden inverso, de la muerte al nacimiento. Este panorama puede durar de algunas horas a tres días y medio. El tiempo depende del vigor del cuerpo vital que determina cuantas horas un hombre puede mantenerse despierto, en casos de gran necesidad. Algunas personas pueden trabajar cincuenta, sesenta y setenta horas antes de que caigan exhaustas, mientras otras no son capaces de mantenerse despiertas más de algunas horas. Es importante pues que la casa esté tranquila durante los tres días y medio después de la muerte por las razones siguientes: Durante ese período el panorama de la vida pasada se graba en el cuerpo de deseos, el cual será su vehículo mientras permanezca en el Purgatorio y el Primer Cielo, donde se recoge respectivamente el mal y el bien que se han sembrado, de acuerdo a como se obró en el cuerpo físico.

Cuando la vida del individuo ha sido muy incidentada, plena de acontecimientos y su cuerpo vital es fuerte, entonces esta grabación dura más tiempo que cuando el cuerpo vital es débil, pero durante todo el proceso el cuerpo denso está conectado con los vehículos superiores por el cordón plateado, y si se lastima el cuerpo denso, el Espíritu lo siente en cierta medida y por lo tanto percibe si está siendo embalsamado, los exámenes post-mortem y la cremación. De ahí que se debe evitar la incineración durante los tres días y medio después de la muerte, pues recién cuando el panorama se ha grabado en el cuerpo de deseos, se rompe el cordón plateado, y el cuerpo vital vuelve al cuerpo denso, no existiendo entonces ninguna conexión con el Espíritu, libre ahora para proseguir con su vida superior.

Cuando se entierra el vehículo físico, el cuerpo vital se desintegra lentamente, al mismo tiempo que el denso; Así que, por ejemplo, si un brazo se ha desintegrado en la tumba, el brazo etérico del cuerpo vital que flota sobre la sepultura también se resume, y así sucesivamente hasta que todos los vestigios del cuerpo han desaparecido. Pero si se efectúa la cremación, entonces el cuerpo etérico se desintegra inmediatamente, y como él constituye el archivo de las imágenes de la vida pasada, que se están grabando en el cuerpo de deseos para formar la base de la vida en el Purgatorio y en el primer Cielo, sería una gran desgracia que la cremación se realice antes de que pasen tres días y medio. A menos que se le prestara algún auxilio especial, el Espíritu que parte no podría mantenerlo
intacto y esa es una parte de la tares que realizan los Auxiliares Invisibles, algunas veces son ayudados por los espíritus de la naturaleza y otras por las Jerarquías Creadoras que dirigen a la humanidad. También se produce una pérdida cuando el cuerpo denso es cremado antes de que el cordón plateado se haya roto en forma natural, porque la grabación en el cuerpo de deseos, nunca es tan profunda como debía haber sido, lo cual ejercerá su efecto en las vidas posteriores, ya que cuanto más profunda sea la grabación de los acontecimientos de la vida pasada en el cuerpo de deseos, tanto mayores serán los sufrimientos por el mal cometido en el Purgatorio y tanto mayor el goce en el Primer Cielo, resultante de las buenas acciones de la vida anterior. Estos sufrimientos y goces de nuestras pasadas existencias son los que llamamos conciencia, de manera que, lo que perdemos en sufrimiento también lo perdemos en comprender el error que nos refrenará en las vidas futuras y nos impediría cometer las mimas equivocaciones otra vez. Por consiguiente, los efectos de la cremación prematura son de gran alcance.

Un fenómeno similar al panorama de la vida se produce cuando un individuo se ahoga. Las personas que han resucitado cuentan que vieron su vida entera en tiempo relámpago. Esto es debido a que bajo tales condiciones el cuerpo vital también abandona el cuerpo denso. Por supuesto no se produce la ruptura del cordón plateado, de lo contrario la vida no volvería. Cuando una persona se ahoga, se vuelve inconsciente muy pronto, mientras que durante el panorama post-mortem habitual, la conciencia permanece hasta el colapso del cuerpo vital, paralización que se produce de la misma manera que cuando la persona se duerme. Entonces la conciencia se interrumpe por algún tiempo y el panorama se completa. Por lo tanto, la duración del mismo depende de las personas, en algunas el cuerpo vital es fuerte y sano, en otras está afectado por una larga enfermedad. Más tiempo dura el panorama, y más tranquilo y sosegado es el ambiente, más profundamente será la grabación en el cuerpo de deseos. Como ya lo hemos dicho, una grabación nítida es muy importante y sus consecuencias son muy grandes, pues entonces los sufrimientos del Espíritu en el Purgatorio serán más agudos por el mal que ha hecho y por sus malos hábitos, que si la impresión fuera débil, y entonces la aún débil voz de la conciencia le advertirá con más insistencia para prevenirlo contra los errores que le causaron sufrimientos en el pasado.
Nunca desde que el mundo existe, hubo tantas penas en el universo, como hay actualmente (1914), y además, no debemos olvidarnos que nos estamos preparando muchos sufrimientos futuros, pues, como ya lo hemos explicado en la literatura Rosacruz, resulta imposible a todos, cuya vida ha sido tan súbitamente arrancada y destrozada, el examinar su vida pasada y, por lo tanto, la grabación del panorama no se produce debidamente. En consecuencia esos Egos no cosecharán el fruto de sus existencias actuales de una manera adecuada en el Purgatorio y en el Primer Cielo. Reencarnarán y
volverán a la tierra algún día, pero sin la experiencia de su vida anterior. Será entonces necesario, para que recuperen lo perdido, que mueran durante la infancia, para que se les impregne el nuevo cuerpo de deseos y el vital, con la esencia de su vida actual.
Hemos visto que cuando el Ego ha finalizado su día en la escuela de la vida, la fuerza centrífuga de Repulsión lo desprende del cuerpo denso al morir, y más tarde del cuerpo vital que es el próximo inmediato. Después en el Purgatorio la materia de deseos más densa acumulada por el Ego como revestimiento de sus deseos inferiores queda purificada por esa fuerza centrífuga. En las regiones superiores únicamente la fuerza de Atracción es la que reina, conservando el bien mediante la acción centrífuga, que tiende a atraer lo de la periferia al centro.
En el Segundo cielo, tanto como haya sido trabajado el cuerpo vital por el Espíritu de Vida,
transformándolo y espiritualizándolo, salvándolo así del decaimiento al que está sujeto, se
amalgamará con el Espíritu de Vida para asegurarle un cuerpo vital y un temperamento mejor en las vidas subsiguientes.

Cuando dejamos el Ego en su peregrinación por los mundos invisibles, habíamos llegado al
momento en que él entraba en el Tercer Cielo después de haberse despojado del cuerpo denso al morir, luego del cuerpo vital, después del cuerpo de deseos al salir del Purgatorio y del Primer Cielo, y finalmente dejando también atrás la envoltura de la mente, antes de entrar al Tercer Cielo completamente libre de todas la trabas. Todos los vehículos se desintegran, sólo persiste el Espíritu, sumergido por algún tiempo en el gran depósito de fuerza que llamamos el Tercer Cielo, para fortificarse antes de su próxima reencarnación en la Tierra.

El cuerpo vital está formado por los cuatro éteres. Los dos inferiores son los conductores
particulares del crecimiento y de la propagación. En el cuerpo vital de una persona interesada principalmente en la vida física, que vive para los placeres sensuales, predominan los dos éteres inferiores, mientras en una persona más o menos indiferente a los placeres materiales de la vida, pero buscando adelantar espiritualmente, los dos éteres superiores forman la mayor parte del cuerpo vital. Entonces esos éteres superiores forman lo que San Pablo llama SOMA PSUCHICON, o cuerpo del alma, que permanece con el hombre durante su vida en el Purgatorio y en el Primer Cielo, donde se extrae la esencia de la vida pasada. Esa esencia es el alma, cuya dos cualidades principales son la conciencia y la virtud. El sentimiento de conciencia es el fruto de los errores en las vidas terrenas pasadas, sentimiento que en las vidas posteriores encaminará el Espíritu por el camino recto y lo enseñará como evitar los mismos errores. La virtud es la esencia de todo lo que
era bueno en vidas pasadas, y actúa como estímulo para mantener el espíritu esclarecido y
adelantando sobre el camino de la perfección y de la aspiración. En el Tercer Cielo la virtud se amalgama completamente con el Espíritu convirtiéndose en una parte de Él. Así a través de sus vidas el Hombre va mejorándose y su alma crece y las cualidades anímicas, la conciencia y la virtud, se vigorizan y pueden guiar mejor la conducta del hombre.

Pero existen algunas personas que son de naturaleza tan malvada que realmente disfrutan de una vida gastada en vicios y prácticas degeneradas, en una existencia brutal, que se goza en infligir sufrimientos. Y algunas veces hasta cultivan las artes ocultas con propósitos malévolos, para poder tener un dominio mayor sobre sus víctimas. Entonces, sus prácticas inmorales y feroces, endurecen terriblemente su cuerpo vital.

En esos casos extremos en que la naturaleza animal ha predominado absolutamente, en que no ha existido realmente expresión anímica en la vida terrena precedente, no puede producirse la división de que hemos hablado al morir, porque no existe línea divisoria alguna. En esos casos, si el cuerpo vital retornara al cuerpo denso, para desintegrarse allí gradualmente, el efecto de una vida tan maligna no sería tan trascendental pero, desgraciadamente, en esos casos se produce una unión tan fuerte entre el cuerpo vital y de deseos, que impide toda separación. Ya hemos visto que cuando un ser humano vive mayormente en su naturaleza superior, sus vehículos espirituales se nutren en detrimento de los inferiores. Inversamente, cuando su conciencia está centralizada en sus vehículos
inferiores, los fortifica extraordinariamente. Debemos comprender, además, que la vida del cuerpo de deseos no termina con la partida del Espíritu, sino que conserva como un residuo de vida y de conciencia. El cuerpo vital también puede sentir las cosas en pequeña medida, durante unos cuantos días después de la muerte en casos ordinarios, (y de ahí el sufrimiento que causa el embalsamar, las autopsias, etc., que se hagan inmediatamente después del fallecimiento) pero cuando una vida degradada ha endurecido el cuerpo vital y le ha dado gran fortaleza, se aferra a la vida tenazmente y tiene el poder de alimentarse con el olor de los alimentos y de los licores, y algunas veces, como un parásito, puede vampirizar a las personas con quienes se ponga en contacto.
Esos seres son, por lo tanto, una de las más grandes amenazas a la sociedad que puedan imaginarse.

Han enviado innumerables víctimas a las prisiones, deshecho incontables hogares y dado
nacimiento a increíble suma de infortunios. Siempre abandonan a sus víctimas cuando éstas caen en las garras de la ley y se ufanan del sufrimiento y angustia de las mismas, todo lo cual forma parte de sus planes malvados. Hay también otras clases de esos seres, a quienes les encanta en las sesiones espiritistas hacerse pasar por “ángeles”. También obtienen sus víctimas allí, quienes enseñan prácticas inmorales. Los llamados “Poltergeist” que suelen romper platos, volcar mesas, hacer caer sombreros sobre las caras del público entusiasta y otros trucos, pertenecen también a esa clase. La densidad y la robustez de sus cuerpos vitales les permite manifestarse físicamente con más facilidad que en el caso de los seres que ya han pasado a otro nivel, es decir al Mundo del Deseo. En realidad, los cuerpos vitales de esta clase de Espíritus son tan densos, que casi parecen físicos, y el autor quedó asombrado más de una vez cuando algunas personas burladas por esos seres no podían verlos. Al descubrirlos, una mirada a sus caras malignas y a sus muecas, bastaría para disipar la ilusión de que son ángeles.

Dondequiera que muera una persona cuyo corazón esté lleno De malicia y odio, se produce el entretejimiento de los cuerpos de deseos y vital, lo que la convierte en una seria amenaza para la sociedad, más grande de lo que podría imaginarse sin haber investigado el asunto.

Los Espíritus malignos y materialistas, apegados a la tierra, gravitan en las regiones inferiores del Mundo del Deseo que interpenetra el éter y están en constante y estrecho contacto con las personas que en la tierra se encuentran en situación más favorable para ayudarlos en sus propósitos perversos.
Generalmente permanecen en ese estado de adherencia terrena durante cincuenta, sesenta o setenta años, pero hay casos extremos en que han podido permanecer así durante siglos enteros. Según las últimas investigaciones del autor, parece que no hay ningún límite respecto a lo que pueden hacer y respecto a hacer daño. Sin embargo, ellos están acumulando así una carta de pecados muy pesada y no podrán escapar a la retribución y a los sufrimientos futuros, pues el cuerpo vital refleja y graba profundamente en el cuerpo de deseos todos sus crímenes. Cuando por fin dejan de hacer mal y entran en el Purgatorio, allí encuentran la retribución que merecen. Naturalmente sus sufrimientos son de larga duración en comparación con el período en que ellos iniciaron sus prácticas nefastas al morir su cuerpo denso. Y con razón se dice: “Los molinos de Dios muelen lentamente, pero lo hacen muy fino”
La nube roja del odio está por desparecer, el velo negro de desesperación se levantó, no hay más erupciones volcánicas de pasión ni entre los muertos, ni entre los vivos, pero de acuerdo a lo que el autor pudo percibir respecto al futuro en el aura de las naciones, existe una firme decisión de jugar la partida hasta el fin. Aún en las casas donde la muerte arrebató a muchos miembros, se ve la misma voluntad. Se extraña muchísimo a los muertos, pero no existe odio al enemigo terreno. Este sentimiento es compartido por los amigos en el más allá, y muchos desgarran el velo, pues la intensidad de su sentimiento, de su anhelo de ver a los que se han ido está despertando en los “muertos” el poder de manifestarse, atrayéndose cierta cantidad de éter y de gas, que frecuentemente se toma del cuerpo vital de un amigo “sensitivo”, igual como los Espíritus materializadores se sirven de un médium en trance. Así ojos cegados por lágrimas son frecuentemente abiertos por un
corazón afligido y ocurre que pueden ver cara a cara a seres queridos que se encuentran en los mundos invisibles. Tal es el método de la Naturaleza para cultivar el sexto sentido, sentido que permitirá eventualmente saber que el hombre es un espíritu inmortal y que la continuidad de la vida es un hecho en la naturaleza.
Al llegar la muerte las lágrimas que se vierten ayudan a disolver el velo que esconde el mundo invisible de nuestra mirada angustiosa. El profundo pesar y el deseo intenso de volver a ver los seres queridos que se fueron o los que se quedaron en este mundo está desgarrando el velo de los dos lados y algún día, no muy remoto, estos esfuerzos tendrán por efecto revelar el hecho que la muerte no existe y que los seres humanos que ya pasaron a los mundos invisibles son tan vivientes como nosotros. La intensidad de las lágrimas, el dolor y el deseo de verlos no es siempre igual en todos los casos y por lo tanto las consecuencias son diferentes. Dependen también del cuerpo vital de la persona, si éste ha sido despertado por actos de altruismo y servicio al prójimo, de acuerdo al axioma oculto de que todo desarrollo espiritual comienza en el cuerpo vital. Esto es la base, y antes de poner el fundamento no se puede construir por arriba.

del libro "El Cuerpo Vital", de Max Heindel

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